Mis dos sombras

Camino con mis botas de suelas desgastadas, al lado mi sombra dócilmente me sigue los pasos y la veo andar cabizbaja con las manos en sus bolsillos.

Allá, detrás de los árboles, miro de reojo a mi otra sombra, esa que se me escapó cuando perdí uno de los tacones de mis botas, se agazapa como gato para reir en silencio de mi tristeza.

Y me apresuro a llegar al final de la calle oscura para dejar de escuchar las risas sordas de mi otra sombra que ha brincado de jardín en jardín escondiendose entre las ventanas oscuras de las casas por donde me vigila con ojos huecos.

Mis pasos se escuchan como tambores entre las piedras y veo a mi sombra correr conmigo abotonándose el abrigo que el viento le ha abierto como capa de vampiro, la veo mirar atrás intentando escapar de mi otra sombra que ha brincado a las ramas de los árboles y nos persigue profiriendo maldiciones y riendo como demente.

La luna se esconde tras de las nubes espesas y las sombras se hacen enormes, se deforman y se funden en una sola y escucho las risas ahogadas de mi otra sombra confundiendose con el viento, me quedo parada en silencio y me hundo en la oscuridad en esa calle que nunca termina.

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